Cerdeña, esta isla italiana que parece chica en el mapa, es realmente la segunda más grande del mediterráneo, solo detrás de su compatriota Sicilia.” Si uno quiere recorrerla en profundidad yo les diría que mínimo se necesita una semana”, nos explica Juan Barrio, director de Quality Travel, para ayudarnos a dimensionar su tamaño. La mejor manera de hacerlo es en coche, ya que tiene un transporte público “un poco difícil de conectar con las playas y las calas”. Los 24.000 km2 de superficie -equivalente a todo el territorio de Israel- no poseen “esa particularidad de tener buenas carreteras, como puede pasar en Malta o en Mallorca”, pero esto se compensa con los económicos alquileres de coches, manifiesta Barrio.
Arribar a la isla tampoco es difícil: tiene tres aeropuertos internacionales que conectan con distintas ciudades europeas, y aunque hay ferris desde Italia continental y Córcega, “los ferris son lentos, demoran de 10 a 12 horas”, señaló Barrio.
La isla ofrece mucho más que su costa de casi 2.000 kilómetros. “Gran parte del territorio es forestado, es la provincia con mayor cantidad de forestación de Italia, lo que le da una mezcla interesante”. Y esa mezcla no es solo natural, también cultural: su historia milenaria dejó como huella cientos de construcciones megalíticas conocidas como nuragas -pequeños fuertes de piedra rodeados de casas-, muchas de las cuales aún se conservan, a pesar de que el gobierno no siempre comprendió su importancia y permitió que se utilizaran por los habitantes para construir muros o como parte de las truncadas carreteras. Son también parte del paisaje las cerca de 8.000 torres de vigilancia -menhires- repartidas por la isla o en islotes cercanos, esas piedras verticales cuyo origen permanece desconocido.
Historia y tranquilidad
La historia de Cerdeña se pone más interesante a medida que avanzamos hacia dentro: “Al contrario de la mayoría de las islas, las poblaciones se desarrollaron más hacia el interior y no tanto en la riviera, justamente para protegerse de los ataques”, señala Barrio. Y es que el medioevo que encontró a la isla en medio de las rutas de comercio, también la volvió vulnerable a piratas y conquistadores, por lo que su desarrollo quedó rezagado hasta bien entrado el siglo XX. Recién en los años 60, con el descubrimiento de la Costa Esmeralda por parte del príncipe árabe Karim Aga Khan, empezó su despegue turístico. Él contrató a los mejores arquitectos de la época y creó en Porto Cervo uno de los balnearios más exclusivos de Europa, todavía hoy elegido por celebridades de todo el mundo.
Es una isla que no quedó rezagada en su historia de menhires y nuragas, para los más activos “hay excursiones que se pueden contratar, por supuesto”. Y no son pocas: veleros, paseos en barco, snorkel, buceo, avistamientos de delfines y ballenas, tours en 4×4, senderismo, rapel, paseos en bicicleta, e incluso paseos centrales por la isla a caballo.
Para los más tranquilos; bodegas, iglesias coloniales y queserías son parte del itinerario imperdible. Está justamente relacionada al queso una de las tradiciones más singulares de los sardos: el Casu Marzu, literalmente, «queso podrido». Elaborado con larvas de insectos y prohibido para la venta en toda Italia, aunque no para su producción casera, «es parte de la rica tradición que tienen los sardos», nos aclara Barrio, entre risas. Comer larvas vivas no parece afectar la salud de los sardos, quienes superan en promedio los 82 años de vida, ostentando la segunda mayor esperanza de vida del mundo.
Queda claro que Cerdeña no es solo playa, pero tampoco podemos omitir que tiene unas fantásticas. Para quienes buscan mar, sol y relax, «las mejores playas sin duda están en el norte, no solo en Costa Esmeralda, sino también cerca de Alghero». Playas de arena blanca, finísima, y aguas cristalinas turquesas donde desde la orilla se puede ver el fondo del mar. Muchas de estas calas son pequeñas joyas escondidas, «a las que no se puede llegar en auto, solo en barco o a pie». El gobierno sardo entendió su gran atractivo y alta demanda, por esto creó una aplicación para reservar espacio en ellas durante la temporada alta. Eso sí, conviene prever que «el parking es un temita: cuanto más cerca estés de la playa, más caro será», pero vale cada euro.
¿La mejor época para visitarla?
Sin duda, primavera u otoño. Además de evitar la muchedumbre de turistas -Cerdeña recibe unos cinco millones al año-, los precios son más bajos, el clima es templado y el mar todavía cálido.
Cerdeña es mucho más que playas de postal. Es hogar de “pueblitos realmente encantadores, bien mediterráneos”, con “callecitas de piedra angosta, cafecitos, restaurantes y balcones con rodados de flores”. Cuna de una “mezcla de culturas a lo largo de la historia que ha ido generando tradiciones muy disímiles” Cerdeña es historia viva, naturaleza intacta y tradiciones que se resisten al paso del tiempo.







